FERROCARRILES EN ISLA DE PINOS

Debe ser sorpresa para muchos cubanos y sobre todo para los pineros, saber que en Isla de Pinos existió este medio de transportación; documentos y testimonios de muy pocos en vida lo atestiguan, otros no lo vivieron, pero sus ancestros se lo transmitieron en reuniones de familia y amigos hablando de épocas pasadas.

 

Si queda descartada la utilización del ferrocarril para uso de transportación de personas de un poblado a otro, por la poca distancia entre éstos y por la pequeña extensión del territorio.

 

Hoy día, aún se observa en algunos lugares, restos de traviesas y pequeños tramos de líneas férreas, indicando que alguna vez fueron utilizadas para algunas que otras actividades productivas.

 

Cabe señalar, que durante la etapa colonial, el transporte interno como vía de comunicación, se inicia al igual que en muchos otros países. Primero con carretas, carretones y coches tirados por bueyes y caballos; más tarde, a inicio de 1900, se utiliza el auto, que por cierto lo trajeron los primeros colonos norteamericanos, después de 1950 empezaron a funcionar unos ómnibus pequeños que trasladaban pasajeros entre los tres poblados principales que existían en la Isla en aquellos tiempos: Nueva Gerona, Santa Fe y Santa Bárbara.

 

Línea férrea del Tejar

 

La primera referencia que conocemos es la línea de ferrocarril, desde el Tejar del Protectorado, fundado en 1840, a un pequeño muelle ubicado en Gerona Beach. Su extensión era superior a dos kilómetros. No tenemos información sobre la presencia de alguna locomotora. Se dice, que esta línea de ferrocarril era utilizada por un carro de ruedas de hierro tirado por bueyes y como carga llevaba ladrillos y tejas fabricados en el tejar y eran embarcados en una goleta anclada en el muelle.

 

Línea férrea de Presidio Modelo

 

Otros tramos de líneas encontrados y que aún quedan vestigios; era la que comenzaba en la cantera del penal, conocida como La Piedra y situada muy próxima a la antigua panadería del penal, donde estaba la Casa de Locomotoras y en la base de Sierra Caballo; terminaba a unos 200 metros dentro del agua en Playa de Colombo, hoy conocida como Playa Paraíso. Tenía otro ramal que llegaba a la ciénaga de La Yana, donde solían llevar a los presos para trabajos forzados. Tenía 3800 metros de extensión de vía estrecha con una pequeña locomotora llamada Presidio y que los presos le cambiaron el nombre por el de Dolorita que tiraba de varios furgones abiertos y cerrados, según la carga a trasladar.

 

Empezó a funcionar en 1926 y era utilizada para llevar materiales de construcción y mercancías al y del presidio, así como; presos traídos desde distintas prisiones de ciudad de La Habana para su ingreso en Presidio Modelo.

 

Dejó de funcionar en 1946. Todavía quedan rieles de aquel camino y pilotes dentro del mar en Playa Paraíso. Fue una línea de ferrocarril muy triste para la historia de la Isla.

 

Línea férrea de San Pedro

 

Otros testimonios de viejos pineros; es la existencia de una pequeña locomotora que se desplazaba por una línea de ferrocarril de vía estrecha con una longitud de 4 a5 Km. Arrastraba varios vagones cargados de frutas, madera y carbón. Su construcción data de 1910 al construirse el caserío americano en la zona de San Pedro.

 

La locomotora salía del envasadero de toronjas, muy próximo al pequeño y lujoso hotel San Pedro; hoy día totalmente inexistente y solo muestra restos de cimentaciones. La pequeña locomotora cruzaba el río de dicho nombre atravesando toda la zona de San Pedro y La Sigüanea hasta llegar casi a la desembocadura de este río en la bahía, donde existía un pequeño embarcadero que esperaban las goletas para llevar sus productos a Cuba para su posterior traslado a Estados Unidos. Aún quedan restos de los asientos de rieles, travesaños, entablados y pilotes de aquel embarcadero, que como testigo fantasmal y mudo permanece en el ambiente.

 

Iniciamos el recorrido de este trayecto; desde los restos donde estuvo situado aquel antiguo envasadero en compañía de algunos viejos lugareños; mientras caminábamos por lugares, donde intuían la presencia de rieles, que algún día estuvieron allí. Algunos de ellos, hicieron el mismo camino, años atrás, acompañando al que fue muy ilustre historiador Juan Colina La Rosa (fallecido en marzo de 2012), que bien supo dar a conocer por distintos medios de comunicación, la riqueza histórica de esta hermosa Isla que bien desconocida es para muchos. Honor perpetuo a este sencillo y gran hombre, que con mucha abnegación y sacrificios supo dar todo para la continuidad de la historia pinera.

 

Atravesamos el río San Pedro por un estrecho paso y caminábamos su zona por senderos y campos a través, con la agradable conversación cantarina de los guajiros. En cada lugar por donde pasábamos había historias, hechos y sucesos de épocas pasadas; salían a relucir y comentaban entre ellos y que algunos hasta habían olvidado.

 

Comentaban sobre la intensa sequía del momento al contemplar el árido monte, secas las plantas por el indomable y fuerte sol, donde solo subsisten y desarrollan cada día más el destructor y malévolo marabú; pero bajo su subsuelo y a muy pocos metros de profundidad, existen fuertes corrientes de muy buena agua.

 

Hablaban sobre todos aquellos campos que antaño estaban sembrados de toronjas y de pequeñas parcelas de auto consumo para los colonos, de la vida activa de aquellos tiempos, del rudo trabajo y de los bajos salarios, del bajo coste de las mercancías expuestas en las bodegas y que muchos no podían adquirir, de anécdotas de antiguos conocidos ya desaparecidos, etc.

 

Durante el recorrido observaba a mis acompañantes; hombres sencillos y curtidos por el trabajo, de manos encallecidas por el fuerte trabajo, de pieles arrugadas y ennegrecidas por el fuerte sol, pero de mentalidad positiva y de carácter alegre.

 

Imaginaba a estos hombres trabajando la tierra en aquellos lugares hoy totalmente desoladores, nada de sembrados, ni ganado; salvo pequeñas parcelas de propiedad privada o arancelaria que obtienen resultados pocos positivos con muy pocos recursos disponibles y mucho trabajo personal.

 

El camino se hace largo y fatigoso por la influencia del fuerte sol de la mañana; solo franqueable en los pasos de los ríos San Pedro y La Sigüanea que bajan sus aguas desde la Sierra de La Cañada, corren lentamente y consumiendo sus caudales por toda aquella inmensa llanura de la zona, hasta desembocar en la Bahía de La Sigüanea.

 

Así caminábamos por los imaginarios y supuestos caminos del ferrocarril en el que se desplazaba la pequeña locomotora, arrastrando varios vagones abiertos y llenos de cajas envasadas de toronjas, madera y carbón.

 

Llegamos al antiguo embarcadero y contemplamos restos de pilotes y tablones, mostrando que allí hubo vida. Caminamos por ambas riberas del río, la obstrucción de plantas lo hacen inabordable. El río en dicho lugar es ancho y profundo; a esa hora del día había pleamar y una fuerte corriente marina subía por su cauce.

 

El lugar es impresionante; queda reflejado en un entorno natural de esplendorosa y salvaje belleza en medio de tan tupida vegetación. Parece que el tiempo quedó paralizado a la época de entonces en un absoluto y fantasmal silencio, solo interrumpido por los cantos de algunas aves.

 

Bien vale el llegar aquí; algunos de mis acompañantes hacían muchos años que no visitaban el lugar y quedaron como niños perplejos y a su vez, nostálgicos en sus recuerdos. Yo muy satisfecho de la experiencia vivida a este bello lugar y que quise contar.

 

Otras huellas de líneas de ferrocarril

 

No fueron las únicas que mencionamos anteriormente, según nos cuentan, permanecen otras que se emplearon en Mina de Oro, cerca de Los Indios, y que empezaba desde el interior de la mina y terminaba en un muelle ubicado en la desembocadura del río Los Indios.

 

La presencia de estas líneas como medio de transportación en el sur de Isla de Pinos estuvieron presentes en varias playas de aquel litoral y que partían desde lugares internos de la Ciénaga de Lanier transportando carbón hasta embarcarlos en goletas que allí esperaban. Hoy día se hace imposible ubicar y localizar rastros por la expansión de la espesa vegetación.

 

Los viejos pineros y sus hijos cuentan recuerdos de Playa Larga, Limitete, Maracayero, Carapachibey y otras zonas que fueron testigos de la utilización de líneas de ferrocarril.

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