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Se encuentra ubicado en el extremo sur oriental de la Isla de la Juventud. Llegar a este lugar desde Nueva Gerona por la única vía de comunicación terrestre, distan unos 60 kilómetros aproximados.
Saliendo de Nueva Gerona por la autopista en dirección Santa Fe, bordeamos esta ciudad y continuamos hacía el sur por una estrecha carretera poco cuidada; pasamos por el poblado de Mella hasta llegar al límite de La Ciénaga de Lanier, que hay un puesto fronterizo custodiado por tropas de guardafronteras. Recorremos el camino de terraplén hasta Cayo Piedra, doblamos en el primer desvío a la izquierda; pues el camino prosigue hacía el sur, que nos llevaría al poblado de Cocodrilo (antiguo Jacksonville).
Continuamos por el terraplén, y pasamos muy próximo a la estación meteorológica de Punta del Este, para culminar finalmente en el extremo este de La Puntilla.
La zona se extiende por espacio de tres kilómetros hasta La Punta de Seboruco. Se trata de un acantilado que penetra tierra adentro con 33 kilómetros cuadrado de extensión, donde existe una rica biodiversidad, en la que destacan la exuberante vegetación y una rica y diversa fauna terrestre y marina. Desde el punto de vista patrimonial, el lugar adquiere renombre por la presencia de un sistema cavernario de cuatro cuevas.
En un farallón calcáreo, a unos 200 metros de la playa se encuentra la Cueva Número Uno, también ha sido identificada como de Los Indios, del Humo y de la Isla. En ella se observan 213 pictografías, que representan la casi tercera parte de las halladas en todo el país; motivo que provocó al sabio cubano Fernando Ortiz, llamarla “La Capilla Sextina del Arte Rupestre Caribeño”. Está declarado Monumento Nacional desde 1979 por la Comisión Nacional de Monumentos.
La primera referencia sobre esta cueva aparece en el libro “A través de Cuba” del geógrafo francés Charles Berchon publicado en 1910, pero recoge los datos en 1903 cuando naufragó por ese lugar. En este libro el autor reseña brevemente la descripción de la cueva que hiciera el Dr. Freeman P. Lane: “gruta profunda de 50 pies con bóveda agujereada en chimenea y paredes adornadas de dibujos indios”
Catorce años más tarde, en 1917, el ingeniero C. N. Ageton recoge, en su “Guano de murciélago en Cuba”, cuatro planos de grutas, una de ellas pertenece por su descripción topográfica, a la llamada “Cueva de Isla” (apellido de la persona que la habitaba en ese momento), hoy Cueva Número Uno de Punta del Este (Núñez Jiménez, 1947).
No es hasta 1922, que se logran las primeras informaciones de interés arqueológico, con la visita que efectuara a la cueva Fernando Ortiz, quien en su reporte oficial del 24 de mayo, asegura el descubrimiento de los restos de un “templo precolombino”, con sus consiguientes derivaciones “prehistóricas”: la identidad de una civilización siboney.
El Dr. René Herrera Fritot (1938) reproduce, íntegramente, el primer reporte oficial de la Cueva Número Uno, efectuado por Fernando Ortiz y que hasta la fecha nunca fue publicado. Los descubrimientos arqueológicos, constituye la segunda parte a esta investigación y que Don Fernando tuvo muchos inconvenientes de proseguirla, pudiera haber conspirado en la demora de dicho informe. Se conoce que en 1929 vuelve a visitar la cueva y que de aquel viaje, queda como testimonio la foto que le sacara al emblema “flechiforme rojo” del Motivo Central. Es la fotografía más antigua realizada a dibujos rupestres indo cubanos.
Después de Ortiz, visitó esta cueva el Dr. Carlos de la Torre, que recogió muchos objetos que abundaban dispersos por el suelo y bajo tierra, y que el citado profesor nunca publicó sus observaciones, ni expuso los hallazgos encontrados. Otro que estudió de manera paciente y cuidadosa la cueva, fue el alemán Dr. Topsius y que nunca reveló el resultado de sus investigaciones.
Ya en 1937, Herrera Fritot había efectuado excavaciones en la zona, a fin de encontrar evidencias de algún asentamiento. Encontró un abundante material arqueológico perteneciente al ajuar siboney, es decir, de la cultura más inferior de las Antillas: rústicos percutores, piedras planas de bordes cortantes, astillas o lascas de sílice, restos de conchas de moluscos, vasijas de concha, cucharas, platos, pico, morteros
A partir de la expedición `protagonizada por Fritot, aparecen diversos estudios y análisis de procedencia y paternidad sobre estos ideogramas. Crea polémica entre los especialistas y se verán enfrentadas opiniones de los autores, pues hay una gran diferencia entre el material arqueológico hallado de tan tosca y primitiva confección y los dibujos parietales. Se verán enfrentadas opiniones como la de los investigadores cubanos de la ciencia arqueológica, como Fernando Royo Guardia, José Antonio Cosculluela, Grupo Guamá y la Sociedad Espeleológica de Cuba presidida por el doctor Antonio Núñez Jiménez en épocas más recientes.
Las comprobaciones hechas por el Dr. Antonio Núñez parecen demostrar por sus investigaciones llevadas a cabo desde 1967, que Punta del Este es como un observatorio, capaz de permitir a la persona que se sitúa en el centro de la bóveda apreciar el movimiento aparente del Sol, desde el Solsticio de Verano al Solsticio de Invierno; desplazándose el disco solar hacía el Este, al llegar el 22 de Marzo, Equinoccio de Primavera, el astro rey se ubica en el medio de la entrada, incidiendo su luz sobre el conjunto pictográfico, donde un aparente falo rojo penetra una serie de círculos concéntricos. El Sol continúa su carrera cada amanecer hasta el 22 de diciembre, Solsticio de Invierno, en que el mismo parece detener su movimiento iluminado el Motivo Central.
La generalidad de la pictografía de esta cueva, las cuales adornan techos y paredes, está constituida por 56 círculos concéntricos en armoniosas e ininterrumpidas series coloreadas, donde alternan los 28 colores rojos y el resto en negro. Según Ortiz, simbolizan el cómputo del mes lunar. Los círculos rojos representan el día y los negros las noches. Superpuesta a esta pictografía ovoide hay una extensa flecha roja apuntando directamente al este.
En el lugar encontramos una claraboya, que desde el interior de la cueva, se distingue el tránsito del planeta Júpiter y de la Luna. También hay dibujada, lo que parece ser una serpiente con anteojos. Otro símbolo que parece ser astronómico es el de la Cruz, cuyas aspas aproximan los puntos cardinales. Los símbolos de la procreación, la fertilidad y el Sol animando la vida, se puede contemplar igualmente con toda su atmósfera fascinante.
Dentro del gran Motivo Central descubrimos 13 círculos negros que indicarían los 13 meses lunares. A la vez, aparecen pintados dos núcleos de 4 círculos, uno color rojo, representando la órbita solar con sus equinoccios y solsticios, el otro de color negro, su equivalente para las fases de la órbita lunar.
En otras expediciones dirigidas por Núñez Jiménez (1959), tuvo lugar el descubrimiento de un enterramiento de huesos humanos teñidos de rojo; fragmentos de un frontal y mandíbula en la Cueva Número Dos. Evidente muestra de la preocupación de estos antiguos hombres por la vida después de la muerte.
Posteriormente, en 1972, el arqueólogo José Manuel Guarch Delmonte descubrió una buena cantidad de restos humanos pintados de rojo. No se advierten deformaciones artificiales en los cráneos, por lo que se descarta la cultura taina.
Es muy difícil interpretar a ciencia cierta, que quiso decir el aborigen pinero; la cuestión no estriba solo en su falta de escritura y en el aislamiento de esos hombres respecto a los tiempos históricos, el mensaje está plasmado, pero que aún no hemos sido capaces de saber que quisieron decir. Queda mucho por descubrir.
Por constituir un importante testimonio gráfico y silente de la prehistoria y por sus altos valores naturales, este monumento debe ser cuidado y preservado como legado patrimonial para las futuras generaciones.