José Rives había nacido en Mallorca a finales del siglo XVIII. La situación económica de la familia no andaba nada bien, pasando muchas necesidades y miseria que incidieron negativamente en toda la Isla por las crisis agrarias.
Su sueño de siempre, era marchar a las Américas. Cuando tuvo la edad suficiente, decidió como muchos de sus paisanos embarcarse como polizón para hacer fortuna en Cuba, que en esos años era colonia de España.
Desembarcó en La Habana con 16 años de edad, se dirigió a un centro Balear donde se concentraban sus paisanos con la intención de relacionarse y le ayudaran a encontrar trabajo. Allí le recomendaron que se trasladara al poblado de Surgidero de Batabanó, al sur de La Habana, el puerto pesquero más importante del sur de Cuba.
La ciudad está ubicada en el Golfo de Batabanó y bañada por el Mar Caribe, cerca de allí se encuentra la Isla de Pinos, la segunda isla en extensión del archipiélago cubano. Allí se concentraban más del 50% de la población eran de procedencia baleares, mayormente mallorquines y algunos ibicencos, que se dedicaban a la pesca de la esponja y el recorte de las mismas, que devino posteriormente como patrimonio local, creando un gremio industrial histórico.
Pronto Pepe se integró a la vida laboral de la mar, como a la vida social y económica de la zona; su carácter afable, abierto, inteligente y extrovertido creó relaciones muy fuertes con los originarios de Surgidero de Batabanó, haciendo grandes amigos que se reunían en el Centro Mallorquín.
Durante algunos años se dedicó a diferentes trabajos en el mar con una goleta que compró a media con su buen amigo Andrés González, natural de Batabanó. Ambos se aventuraban a navegar por toda la costa sur y llegaron algunas veces a la Isla de Pinos, por lo que conocía perfectamente el entorno marítimo.
También tenía conocimiento, que Isla de Pinos no había sido prácticamente colonizada desde que fue descubierta en 1494 en el segundo viaje de Cristóbal Colón. Sabía que había sido refugio y lugar de aprovisionamiento de piratas y corsarios de todas las peores escorias de Inglaterra, Francia, Holanda, Portugal, España y Cuba.
Isla de Pinos sirvió de apostadero para interceptar las flotas con sus bodegas repletas de las riquezas arrebatadas a los pueblos de América, cuando regresaban al viejo continente por la ruta obligada cercana a la Isla, que tras cruentos combates, muchas veces lograban hacerse dueño del botín.
Además, la Isla estaba casi despoblada y su amigo Andrés era un buen conocedor de ella y sus historias, que eran muchas. Historias asociadas de piratas, corsarios, bucaneros, filibusteros y sus fastuosos tesoros, muchos sin descubrir. Siempre ha rondado a la entonces Isla de Pinos, hoy Isla de la Juventud, a la que también se le llamó la Isla de los Piratas y la Isla del Tesoro, parece mantener viva la presencia de los espíritus de aquellos personajes que poblaron esa isla en el Archipiélagos de los Canarreos, formada por más de 600 cayos o islotes, situada en el suroccidental de Cuba.
Su entorno costero deja la huella y el nombre de algún pirata o corsario famoso, como Punta Francés a Leclerc o Pata de Palo, Caleta de Agustín Hol, la Laguna de los Bucaneros, Cabo Pepe por el Mallorquín, el Estero de los Corsarios, la Ensenada de los Barcos, etc.
Con todo el conocimiento de causa y cuando la piratería había pasado de época, como buen Quijote, Pepe el Mallorquín y su amigo Andrés decidieron hacerse piratas, acompañado por cuarenta pescadores de Surgidero de Batabanó, armó la goleta con un cañón y decidieron trasladarse a Isla de Pinos en 1820. El refugio y cuartel general del mallorquín estaba en la desembocadura del río Mal País, afluente del río Santa Fe, próximo al poblado más importante de la Isla en esos años.
Desde allí, solía recorrer esos mares por donde podría avistar algunos navíos en su travesía entre Europa y las colonias, también estaban en su programa el recorrido de cabotaje de otras naves a distintos puertos de ciudades cubanas. Se hizo dueño y señor de los mares del sur de Cuba.
Se convirtió en el terror de las naves españolas, cometía todo género de depredaciones en sus abordajes a los barcos españoles, apoderándose con violencia de sus productos y riquezas a costa de vidas humanas. Llegaron a dominar el tráfico marino de toda esa zona y se aventuraron en sus correrías acercarse hasta Jamaica e Islas Caimán.
Pepe el Mallorquín, siempre regresaba a su Isla triunfante, donde era acogido con júbilo por los habitantes de la Isla y luego repartía los productos y riquezas obtenidos de sus pillajes; quienes a su vez, le daban protección, cuidado y alimentos. Era el dueño y señor de la Isla.
Recíprocamente, defendía la Isla de los ataques de otros piratas provenientes de las colonias inglesas de Islas Caimán y Jamaica, que tradicionalmente había atacado la Isla; ahora los colonos isleños se sentían más protegidos y vivir sin miedo cuando se trasladaban y cuidaban sus ganados y siembras. Pepe se había autoproclamado protector de Isla de Pinos.
En poco tiempo, Pepe se había convertido de la noche a la mañana en una pesadilla para el gobierno colonial, que no podía hacer nada en contra de él. Las naves persiguieron en varias ocasiones la goleta de poco calado del mallorquín, que se perdía y ocultaba entre los cayos con bajos fondos marinos, lo que resultaba ineficaz su captura.
España en esa época había perdido el control de sus colonias y continuaba sin prestar atención a la Isla y creyendo que la piratería había desaparecido, le parecía inverosímil la aparición del mallorquín y sus fechorías.
Llegó el momento, que el pirata decidió no limitarse de atacar a las naves españolas; quien decidió asaltar los buques de las compañías inglesas que se dedicaban al contrabando de negros y a las pequeñas embarcaciones que se dedicaban al cabotaje de las costas de Jamaica y Caimán.
Las autoridades inglesas, molesta de los continuos ataques a sus barcos, buscaron el apoyo del Capitán General de Cuba que autorizó la intervención inglesa y pusieron a su disposición los prácticos y los medios necesarios para poder acabar con el mallorquín.
El 6 de agosto de 1822, una nave inglesa localiza la goleta pirata y comienza su persecución con el fin de eliminarla. La goleta de andar ligero entre el cayerío próximo a la desembocadura del río Santa Fe logra engañar a la nave inglesa que encayó en los bajos fondos del cayerío, ocasión que aprovecha el Mallorquín para atacar y rechazar, ocasionando cuantiosas bajas inglesas, que no tuvieron otra opción que retirarse.
Inglaterra estuvo dos años preparándose para un segundo intento, esta vez los ingleses venían con naves de poco calado. Pepe utilizó la misma estrategia en la batalla. Las goletas inglesas vuelven a la zona del rio Santa Fe, localizan a La Barca en el río Mal País y tras un breve enfrentamiento logran hundirla, los marineros que se salvaron, saltan a tierra perseguido por más de cien hombres fuertemente armados.
Los huidos se defienden ferozmente de sus atacantes y después de una lucha tenaz y sangrienta durante todo el día van cayendo uno a uno los hombres de Pepe. Se dice que el mallorquín disparó tantas veces su trabuco que se le reventó en las manos, perdiendo una de ellas. Se vendó el muñón y herido mortalmente logra llegar a Cayo Montes, donde estaba la casa de su mujer Rosa Vinajeras, una pinera hija del colono Juan Vinajeras con la que tuvo varios hijos, todos ellos reconocidos y apellidados los Rives, dejando una descendencia familiar que aún perdura. En brazos de ella murió sin poderle decir donde estaba enterrado su tesoro. Ella ocultó su cadáver a los ingleses y lo enterró en el intricado monte. Rosa nunca precisó el lugar.
Andrés González logró escapar de aquel zafarrancho y se refugió durante varios años en el inhóspito y desolado sur de Isla de Pinos. España, intentando que no volviera a ocurrir algo parecido, declaró a la Isla colonia Santa Amalia como nombre. Se les dieron tierras a Andrés González y a los descendientes del Mallorquín.
Hoy muchos se preguntan, donde estará enterrado Pepe el Mallorquín?, estará junto a sus fastuosos botines que nunca fueron localizados?.
Lo cierto es, que aún se ve navegando por la costa pinera el fantasma de La Barca, algunos pineros comentan en las noches de pláticas guajiras a los que le rodean con el semblante tenso y recogido, que ésta emerge de las aguas para señalar el lugar donde fue hundida por los ingleses, mientras guarda el secreto del sitio donde se ocultan los tesoros del Mallorquín.
La voz popular de los guajiros pineros creen ver a Pepe el Mallorquín en la zona de Santa Fe, siguiendo el cauce del rio Santa Fe y Mal País; la presencia del pirata parece custodiar sus tesoros tan secretamente enterrados como el cadáver del fantasma que los ronda, tal vez en ese monte tupido entre ralea de manigua y ramajes, palmas barrigonas y bejucos. Su fantasmagórica imagen continúa protegiendo a los vecinos de la zona, lugar donde vivió y amparó de los robos realizados por caimaneros y jamaicanos, quienes accedían a través del río.