Evangelina de las Mercedes Cosío Cisneros

EEVANGELINA COSIOvangelina de las Mercedes Cosío Cisneros nació en Puerto Príncipe (Camagüey) el 23 de septiembre de 1877, hija de Don Agustín Cossío Serrano y Doña Caridad  Cisneros de la Torre, naturales ambos de la misma ciudad. Tenía tres hermanas: Flor María, Clemencia y Carmen.

 

A los seis años, Evangelina quedó huérfana de madre, que fallece al dar a luz a Carmen, la más joven de sus hermanas. Su padre, afligido por la muerte de su esposa, se trasladó con sus hijas a Sagüa La Grande (Santa Clara), donde los acogió Rafael Canto y su esposa en su hogar. Su padre era pesador de caña en el ingenio Hormiguero, próximo a Palmira, lugar donde residía. Consiguió trabajo en el ingenio Constancia, el mayor de Cienfuegos en aquellos años.

 

Su padre fue veterano de la Revolución de 1868; al reiniciarse la lucha independentista, Agustín Cossío comenzó a colaborar con los rebeldes. En el segundo semestre de 1895 es detenido y conducido a La Habana por la denuncia de un vecino, se le apropiaron algunas armas en su casa porque pensaba unirse a los insurrectos. Fue juzgado en enero de 1896 y condenado a muerte.

 

Evangelina, aprovechando el paso del Capitán General Arsenio Martínez Campos por Santa Clara fue a verle para rogar por la vida de su padre, al parecer obtuvo que le conmutaran la pena de muerte por la habitual deportación de aquellos tiempos a Ceuta.

 

Poco antes de su deportación a Ceuta; Martínez Campo es sustituido por el General Valeriano Weyler. Evangelina viaja a La Habana y logra entrevistarse con el nuevo Capitán General para evitar que su padre fuese deportado.

 

La suerte le acompaña otra vez y la deportación fue conmutada por la prisión de por vida en Isla de Pinos. En mayo de 1896, José Agustín Cossío Serrano, veterano de la Guerra de los Diez Años, que ya había pasado un año en la cárcel fue deportado a la Isla. Por su avanzada edad y delicado estado de salud fue autorizado a llevar a dos de sus hijas Evangelina y Carmen su hija menor de 15 años para acompañarle.

 

De los 350 deportados que se encontraban en la colonia penal, 139 vivían fuera de las barracas, Cossío era uno de ellos. Se instalaron en un pequeño barracón que les fue asignado en el recinto para oficiales de la prisión de Nueva Gerona. Esta vivienda estuvo ubicada en los terrenos donde actualmente se encuentra el parque José Antonio Echevarría entre las calles Dionisio Vives (hoy calle 37) y Calle de la Iglesia (hoy calle 28) de Nueva Gerona.

 

Vale señalar, que Isla de Pinos era el lugar señalado para concentrar y aislar a los presos comunes y contrarios a la corona desde 1826 por decreto del rey de España. Discretamente, los simpatizantes a la causa cubana acudían a su casa para conversar sobre la guerra. Por mediación de sus amigos, Cossío habla con Betancourt que administraba la panadería local, de su falta de recursos para mantener a la familia, para utilizar uno de sus hornos para fabricar casabe y vendérselo a la población. Algunos de los deportados y simpatizantes de la causa independentista visitaban la casa de Cossío, para conocer a sus atractivas hijas, y conversar sobre la guerra.
El comandante de la plaza de Isla de Pinos, coronel José Bérriz, sobrino del General Azcárraga (amigo personal de Weyler) que era primo del político español Práxedes Mateo Sagasta, repara en la llamativa belleza de Evangelina que le atrae su atención. Él era el que mandaba en la Isla, ella era la hija de un deportado.
Bérriz cree que es una presa fácil, trata inútilmente de seducirla; se sorprende enormemente al considerar que sus declaraciones son rechazadas. Su vanidad estaba despechada, e inmediatamente sin previo aviso, ordena la captura de su padre y encerrarlo en la cárcel de la ciudad.

 

Evangelina fue a ver a Bérriz y suplica la liberación de su padre. Éste, galantemente le asegura que no podía negarle nada y ordena su liberación. Temblorosa de alegría y llorando, le da las gracias; aprovechando el militar ese momento de sentimentalismo y gratitud de ella le hace una violenta declaración de amor, que a su vez, utiliza contra su padre amenazas represivas con el propósito de hacer cambiar la actitud de la muchacha.

Según la versión de Evangelina, José Bérriz le dijo: “Hace usted mal en pelear conmigo. Usted sabe que tengo mucho poder. Si usted deseara realmente servir a su padre y lograr su libertad, usted sería más bondadosa conmigo. No hay nada que yo no haría por usted. Tiene usted en sus manos el hacer de su padre un hombre libre. Nunca amenazó, pero si su padre fuera enviado a Ceuta o Las Chafarinas, tendría usted la culpa. No puede esperar recibir todos los favores y no dar nada en cambio”.

 

Los deportados cubanos y naturales pineros se dieron cuenta de la situación existente entre ambos, y la inutilidad del asedio amoroso del militar, determinan que ella fuese incluida para una peligrosa operación con el consentimiento de su padre en un plan de alzamiento en el territorio previsto para la noche del 26 de julio de 1896. Escogieron la fecha de Santa Ana, cuando supuestamente los soldados no estarían acuartelados y si celebrando la festividad en las calles de la ciudad.

Se pretendía asaltar el cuartel, tomar las armas allí guardadas, apoderarse de una embarcación y trasladarse a la costa sur de la provincia de Pinar del Río para unirse a las fuerzas mambisas del general Antonio Maceo.

 

El plan consistiría en atraer a Bérriz a la vivienda de Evangelina para un supuesto encuentro amoroso; ella previamente lo habría citado y cuando éste entrara en la vivienda sería detenido; mientras el resto de los sublevados atacarían el cuartel de caballería de Nueva Gerona y forzarían la rendición de la guarnición con la amenaza de matar a su jefe militar.

El militar acepta muy ilusionado la cita de la joven y cae en la trampa, pero cuando estaba siendo maniatado por los secuestradores, una patrulla española tropezó con el grueso de los sublevados que montados a caballos y armados únicamente con machetes, recorrían las calles de la ciudad dando voces, con la idea de levantar al resto del pueblo para su causa.

Cayó sobre los sublevados una balacera que causó las primeras bajas; los secuestradores huyen dejando a Bérriz abandonado, y dando al traste con el plan de sublevación. Falló el factor sorpresa y tuvo lugar la dispersión de los rebeldes, después de pocas horas de lucha. En la acción cayó Bruno Hernández, considerado el primer mártir pinero.

Pocos días después, asesinaron a los hermanos Pimienta y Emilio Vargas, algunos lograron escapar y el resto fue capturado. Veintiuno de los implicados fueron enviados a la fortaleza de La Cabaña, junto con el padre de  Evangelina.

 

La joven pudo escapar y se mantuvo oculta durante varios días por los campos pineros. Una delación  propicia su captura, quien con su hermana Carmen son detenidas. Las autoridades consideraron que había tratado de propiciar una sublevación contra España y acusada de rebelión fueron trasladadas a la Real Casa de Recogidas San Juan Nepomuceno de La Habana, la sórdida cárcel para mujeres. La mantuvieron nueve meses incomunicada en espera de ser juzgada por orden del Gobernador de la Isla, Valeriano Weyler.

 

Las diligencias que efectuaron algunos intermediarios enviados por el Presidente de la República en Armas, Salvador Cisneros Betancourt, Marqués de Santa Lucia (su tío, hermano de la madre) no habían logrado disuadir a los oficiales españoles de cambiar su decisión de juzgarla  en un tribunal militar cerrado. Tampoco tuvo ningún éxito, las disuasiones del cónsul norteamericano  Fitzhugh Lee a los oficiales españoles de cambiar su decisión de juzgarla en un tribunal militar cerrado.

Solo las gestiones del alcalde mayor de Marianao, Don Manuel de Ciria Vinent Gaona y Gola, Marqués de Cervera (defensor de la doble nacionalidad cubana-española) que realizó ante Weyler, hizo mejorar las condiciones de estancia de Evangelina, trasladándola a otro departamento más adecuado, en los altos de la cárcel.

 

Durante este tiempo, de forma accidental los corresponsales George Eugene Bryson, George Clarke Musgrave y Thomas G. Alvord Jr. del New York Journal que visitaban la cárcel para entrevistar a una mujer norteamericana, les llamó la atención la juventud y belleza de Evangelina que estaba fregando el piso, comenzaron a indagar para ver de quien se trataba y porqué estaba recluida.

 

Conocida la historia, y consciente del partido que se le podía sacar, informaron inmediatamente al señor William Randolph Hearst, dueño de la más importante cadena de periódicos de los Estados Unidos, quien exclamó a su redactor jefe Sam Chamberlain “Ya tenemos a España cogida, Sam”. Ordena a sus corresponsales interceder por la joven para que no fuese juzgada; a su vez, ganan su confianza haciendo favores, pasándoles cartas a su padre preso en la fortaleza de La Cabaña y respuestas para ella, mediante sobornos a los carceleros de ambos recintos penitenciarios.

 

Acto seguido se organizó una campaña de prensa, en particular en los periódicos de Hearst, donde se insistía con cierto morbo sensual que a la joven se mantenía medio desnuda en su prisión, entre otras atrocidades y tratos pocos éticos.

Mientras tanto, los reporteros entraban a diario en la prisión; ya que en esa época, atendían en sus necesidades a varias señoras y esposas de generales rebeldes detenidas en las Recogidas por cargos políticos, informando a Mr. de Fitzhugh Lee, cónsul norteamericano en La Habana de todo lo que sucedía, logrando que el cónsul, su esposa y su hija protestasen ante Weyler por las malas condiciones en que convivían estas ciudadanas.

 

Mr. Bryson, que tenía una gran influencia en muchos sectores de la sociedad habanera, trataba de asegurar la liberación de Evangelina. Localiza al juez militar y trata de sobornarlo, quién le exige $ 2.000 de oro para asegurar su absolución; de lo contrario fijaría un consejo de guerra, pidiendo una fuerte sentencia. Dinero que no disponía en ese momento el corresponsal, por lo que surge la idea de rescatarla de la cárcel.

Pendiente de su deportación y estando aún en la Casa de Recogida. Mr. Hearst montó en torno al caso, una fenomenal campaña publicitaria sobre Evangelina y su desdichada suerte en manos de sus verdugos españoles, alimentando la sensiblería de los norteamericanos durante meses. La primera información la hace el 27 de agosto de 1897 y la ilustró con dos fotografías, una tomada antes de su encarcelamiento y ocho meses después, donde mostraba el deterioro de Evangelina a causa del horroroso cautiverio. Aprovechaba cualquier oportunidad para desacreditar a España y promover conflictos con los Estados Unidos.

 

En agosto de 1897, cuando Evangelina cumplió su primer año en prisión, la situación en Cuba era bien diferente de cuando ella había llegado allí. El general Antonio Maceo había muerto en la lucha el 7 de diciembre de 1896, y aunque el general Máximo Gómez controlaba una gran parte de la campiña de la Isla, sus tropas hambrientas y desalentadas, muchas veces tenían que ser forzadas a pelear, comprometidos con el objetivo martiano de alcanzar la plena independencia. Los soldados españoles, en su mayoría jóvenes marginados sin deseos de luchar, se vieron diezmados por las enfermedades y la desilusión.

La reconcentración de la población civil ordenada por el general Weyler (conocido como el Carnicero) pretendía aislar a los rebeldes y dejarlos sin suministros. Esta decisión provocó que empeorara la normalización económica, provocando una hambruna generalizada que causa el fallecimiento de más de 200.000 cubanos. En la capital, los ricos integristas españoles se mantenían firmes en contra de la autonomía, mientras que muchos ricos cubanos deseaban la anexión, que José Martí quería evitar.

 

Esta situación hizo que se radicalizara más el proceso independentista y exacerbara odio hacia la dominación española. En la capital, se sucedían enfrentamientos, la burguesía española se mantuvo disconforme de la autonomía; mientras la burguesía cubana apoyaba la anexión, otros reclamaban a Washington la intervención estadounidense. La guerra cubana-española había alcanzado un impasse, a pesar del compromiso de los mambises con el objetivo martiano de alcanzar la independencia de España en el campo de batalla.

 

Esas mismas posiciones y otras, se reflejaban en los Estados Unidos. El presidente William McKinley apoyaba a España si implantaba la autonomía y le permitiera invertir en Cuba. El asesor naval Theodore Roosevelt abogaba por el Destino Manifiesto de los Estados Unidos sobre las últimas colonias españolas: Cuba, Puerto Rico, las Filipinas y la isla de Guam.

La delegación cubana en New York negociaba con banqueros para comprar la independencia, mientras enviaban suministros a los independentistas. El Congreso norteamericano no conseguía mayoría para reconocer a las tropas independentistas o para intervenir en la Isla. El pueblo norteamericano simpatizaba en la lucha cubana por su liberación, estimulada por la prensa amarilla que quería incrementar su circulación, y por el golpe político que representaba.

 

El Jefe, así llamaban a Hearst sus empleados, se había acostumbrado a fabular y exagerar las noticias que le servían sus corresponsales desde Cuba. Cada mañana, la campaña del New York Journal ocupaban grandes titulares en la que mezclaban la verdad y la mentira a favor de una Evangelina, hija de un líder revolucionario, inocente, educada en un convento, asediada y amenazada por un coronel español, donde los esbirros españoles la mantenían en una cárcel descalza, semidesnuda, mal alimentada y sometida a las atrocidades más horribles y a un trato inmoral, amenazándola constantemente con la muerte, por no perder su honra y por el amor a su padre y a su patria.

 

La nación entera, desde la madre  del presidente McKinley, al último inmigrante llegado a Nueva York se movilizó en defensa de Evangelina. Las informaciones publicadas indignaron al pueblo norteamericano y muy especialmente a la mujer. Unas 15 mil mujeres fueron movilizadas por él, creando en Washington un Comité Pro Evangelina, presidida por la Primera Dama. Numerosas personalidades mundiales, como el Papa León XIII, la Reina Victoria apoyaron y solicitaron la petición de rescate y libertad a la Reina María Cristina y al gobierno español.

 

A pesar de los deseos de la reina española de complacer estas peticiones, ella no tenía poder para actuar contra el Capitán General Weyler, que respaldado por Cánovas no cedió; defendió y ratificó la condena, recrudeciendo la censura de prensa. Bryson fue expulsado de Cuba por el capitán general Weyler como un simpatizante insurgente; a su vez, se daba a conocer el juicio inminente de Evangelina.  Fue sometida a consejo de guerra y condenada a 20  años de privación de libertad en la posesión española de Ceuta, bañada por el Mediterráneo, en la costa norte de Marrueco.

 

Hearst era lo que estaba buscando, manipularía el caso para violentar la opinión pública norteamericana y precipitar la intervención del vacilante presidente McKinley en la  guerra en Cuba, aumentar la venta de su periódico y destronar a su rival más importante Joseph Pulitzer, editor y propietario del New York World en su competencia con las noticias sensacionalistas; sino que además, le aportó grandes distinciones y satisfacciones políticas.

 

Todas las fuerzas poderosas de la sociedad norteamericana se habían movilizado, gracias a la campaña mediática de la prensa, siempre dirigida a los intereses del gobierno de turno, manipulando y cohesionando la opinión pública, para reanimar el apoyo a la guerra.

 

Mucho de lo que se decía era falso sobre las supuestas vejaciones y torturas sufridas por Evangelina en la Casa de Recogidas, lo desmintió oportunamente el coronel Fitzhugh Lee (sobrino del famoso general Lee), cónsul norteamericano en La Habana, cuando fue entrevistado por la prensa de su país en uno de sus viajes a Estados Unidos, también su competidor el World decía que todo era exagerado.

 

Paralelamente en la mente de Hearst urdía otros planes maquiavélicos; cuando percibió  que el interés de liberar a Evangelina comenzaba a decrecer. Pensar en un plan de rescatar a la cubana de la cárcel y llevarlo a efecto, fue todo uno. El caso es que la joven nunca llegaría a las costas africanas.

 

Ordenó a uno de sus corresponsales en Washington Karl Decker, que abandonara sus responsabilidades en la capital y se presentara en New York. Decker era un corresponsal aventurero que había pasado algún tiempo en Cuba haciendo entrevistas a oficiales mambises, reportando la guerra y distintas situaciones que se daba en la sociedad cubana, hablaba algo el idioma español, sus relacione en Cuba, su audacia y su temperamento, hacen considerar al Jefe, el más capaz para llevar a cabo la labor que se planeaba.

Tan pronto como el reportero entró en el despacho de Hearst, éste le informó que su periódico, por cuenta propia, se proponía llevar a cabo lo que los esfuerzos de miles de personas en América y Europa no habían podido lograr: la libertad de Evangelina Cosío Cisneros. Le dijo, que había prometido a las mujeres de nuestro país, que la joven sería liberada por los esfuerzos del Journal.

 

Envió a La Habana a su corresponsal Karl Decker, con el falso nombre de Charles Duval, para rescatar de la cárcel a Evangelina; percibiendo la posibilidad de una serie de reportajes que impactaría en la sociedad norteamericana, como así fue. Hearst le entregó dinero y facultades plenas de actuar con respecto a las formas, métodos y tiempo para rescatar a Evangelina de la cárcel y llevarla sana y salva a New York.

 

Como resultado de un complicado plan de rescate, en el cual estuvo involucrado el cónsul en La Habana el Coronel Lee y otros funcionarios diplomáticos estadounidense acreditados en Cuba, el aventurero irlandés Tom Mallory, los cubanos Miguel Hernandón, Francisco Debeche y al banquero cubano-estadounidense muy relacionado con la legación norteamericana Carlos F. Carbonell, el soborno de varios funcionarios españoles y otros cooperantes. Todo fue organizado por el servicio exterior de Estados Unidos, y aprovechado convenientemente por Hearst. La noche del 6 de octubre de 1897 tuvo lugar la evasión, y no es hasta en la mañana del jueves 7, que los carceleros descubrieron que la reclusa había escapado del penal.

 

La joven, después de escapar de Las Recogidas, estuvo oculta durante  tres días en casa de quien sería su esposo,  el Sr. Carlos F. Carbonell (un banquero cubano educado en Estados Unidos y muy vinculado con Mr. Lee); que a riesgo de su vida cooperó en la fuga de la cárcel, y que además contribuyó en sacarla del país vestida de muchacho con pasaporte falso con el nombre de Juan Sola, a bordo del vapor estadounidense Séneca; que la llevó a New York el 13 de octubre. A bordo la esperaba Mr. Walter B. Barker, funcionario del consulado norteño en Sagüa La Grande, quien durante la travesía se convirtió en protector y guardián.

 

El recibimiento de Evangelina a New York fue deslumbrante, Hearst después de recibirla en el puerto, la llevó inmediatamente a la suite más lujosa del recién inaugurado hotel de la ciudad, el Waldorf Astoria, donde tuvo una multitudinaria bienvenida de la flor y nata de la sociedad. Su periódico organizó, programó y publicó multitud de actos publicitarios. Los grandes diarios de esa época hacían reseñas de la situación de Evangelina ocupando los espacios principales.

El periódico Patria, órgano del Partido Revolucionario Cubano en New York, en sus ediciones del 13 y 16 de octubre de 1897 decía, en su primera página: La señorita Cossío Cisneros, gracias a los esfuerzos del importante periódico “New York Journal”, se encuentra al presente libre de la furia española y lejos ya de las garras del carnicero Weyler.unnamed El simpático periódico ha realizado una obra sublime y recibe hoy los aplausos y la admiración del pueblo americano. Nosotros los cubanos les damos las gracias cordialmente, y lo felicitamos. Felicitamos también a la joven mártir, que ahora se encuentra al amparo aliado de la protectora bandera americana. Gloria a los bienhechores de la humanidad.

Las clases sociales dominantes celebraron fastuosas recepciones en su honor. Uno de ellas fue el banquete celebrado en el famoso y lujoso restaurante de moda Delmónico al que asistieron el delegado del gobierno cubano en New York y futuro primer presidente de la República de Cuba, Estrada Palma y la Junta de Gobierno en el exilio.

 

El 15 de octubre, el día que Evangelina firmó una declaración oficial de Intenciones para hacerse ciudadana de los Estados Unidos. Karl Decker, responsable de su rescate, la presentó en un Madison Square Garden con bandas de música y un hermoso espectáculo de fuegos artificiales, donde Evangelina fue ovacionada y admirada por una embriagada multitud influenciada por la prensa amarilla norteamericana. El Journal publicó ilustraciones de estos acontecimientos junto con una fotografía de la gran heroína con el traje de noche que vistió para la ocasión.

 

Hearst, diariamente fue dando a conocer los detalles de la fuga y reflejando con prepotencia su acción, autoproclamándose el paradigma del periodismo que actúa. “Un diario estadounidense logró con un solo golpe, lo que la burocrática diplomacia no pudo realizar en tantos meses”. La demagógica frase se convirtió en el slogan con que Hearst abanderaría más tarde sus gritos de guerra contra España.

 

La liberación de un prisionero de guerra extranjero por un periódico privado no tenía precedente alguno, pero se trataba de un caso tan destacado que fue analizado por el gabinete del presidente McKinley, viendo con simpatía los artículos del Journal sobre la señorita Cisneros, otorgándole una mayor protección diplomática para hacerse ciudadana de los Estados Unidos.

 

El general Jhon A. Logan la llevó a Washington donde fue recibida en la Casa Blanca por el presidente Mr. William MacKinley y miembros del Congreso. Emprende una gira triunfal por los estados. Una vez creado el personaje, era necesario tratarle acorde con la importancia, para que así hubiese una agitación en la opinión pública estadounidense, que incitase al involucramiento por la causa cubana.

 

Cien mil monedas de plata de 5, 10 y 25 dólares se fundieron en su honor, como souvenir, con la leyenda Patria y Libertad, 1897. Evangelina se dedicó hablar con dignidad a favor de la independencia de Cuba, ayudó a recolectar fondos, vendiendo sellos, bonos y las monedas para la delegación cubana. Se entrevistaba con gobernadores, hombres de negocios y efectuaba comparecencias públicas, donde el Journal la mantuvo en primera plana con comentarios al respecto. Los lectores aumentaban diariamente para conocer la vida y el actuar de esta joven, que de la noche a la mañana se había convertido en ídolo de la nación, como símbolo de Cuba Libre.

Internacionalmente se hizo leyenda esta aventura, que se vio como una acción intrascendente a pesar de la ilegalidad en la forma que actuaron los autores intelectuales, gracias al surgimiento de un nuevo tipo de periodismo sensacionalista en los Estados Unidos, conocido como “prensa amarilla”.

 

 

Se especula que existen documentos, que prueba la participación directa provocadora del personal de la embajada americana, buscando una reacción de protesta del gobierno español para justificar su intervención militar en la guerra de Cuba, que el tiempo se encargó de demostrarlo.

 

La historia de Evangelina Cossío, magistralmente manipulada por el gran magnate de la prensa, Randolph Hearst, había sido utilizada para levantar en zafarrancho de combate contra España a una opinión pública  norteamericana, a la que había sido presentada como “La Juana de Arcos de América” humillada, vejada y torturada por los malvados, brutales y viciosos militares españoles; sirvieron al afán del sensacionalismo de una prensa amarillista que le interesaba no solo la cuenta de resultados y la oportunidad de desplazar a su competidor más importante, Joseph Pulitzer, como también lograr su obsesión de poner en pie de guerra a Estados Unidos y España.

 

Hearst, mediante sus grandes diarios distorsiona los hechos y precipita la declaración de guerra de su Gobierno, explotando el sentimiento popular antiespañol y falseando historias y noticias, para exacerbar la irracionalidad y el odio. Logró despertar en todo el mundo una gran simpatía por la causa cubana, y una admiración hacía los aventureros que la realizaron. El jefe se había acostumbrado a fabular y exagerar las noticias que le servían sus corresponsales desde Cuba, y esta era la más grande hasta el momento.

 

Las distintas versiones que circulan: la cubana, la norteamericana y la española difieren en todo o en parte, según quien la cuente. Si para unos Evangelina era una heroína, para  otros era una mártir y para los últimos era una subversiva. La más conocida de estas, fue la que vendió Hearst en una apasionante aventura, que atrapó a todo el país, que sin aliento, tenían a los lectores del periódico durante meses, estaban pendiente de la suerte de Evangelina, que culminó con un titular a toda plana: “Evangelina rescatada por el Journal”.

 

Carlos Carbonell era un banquero cubanoamericano, quien era 28 años mayor que la señorita Cisneros, uno de los tres hombres que participaron en la ayuda a salir de su encierro en la Casa de  Recogidas, en la antigua casa en Virginia de Lee le propone matrimonio y se casa un mes después con un sencillo uniforme militar en Baltimore en 1898 ante la presencia  de la señora Logan, esposa de Lee y algunos amigos como testigos.

Carbonell fue nombrado teniente del  personal militar de Lee, poco después de que Estados Unidos entrara en guerra con España. Durante toda la campaña militar estuvo al lado del equipo de Lee, éste le ordenó que hiciera una investigación secreta sobre un posible negocio inmobiliario en Cuba. No se sabe sobre el resultado de la inversión en este negocio, pero esto demuestra la buena relación entre ambos.

 

El matrimonio regresó a Cuba, y Carbonell funda el Club Náutico de Marianao, falleciendo en 1916. Evangelina se casa de nuevo en 1918, con el abogado cubano Miguel Romero, con quien tuvo dos hijas: Liliana y Sady.

 

Evangelina vivió modestamente el resto de su vida en La Habana. Fallece a los 98 años de edad, en mayo 22 de 1970, fue enterrada en el cementerio de Colón. El gobierno cubano le hizo un funeral de Estado, con los honores correspondientes a los de un capitán del Ejército Libertador de Cuba, ya que para entonces era una de las últimas heroínas sobrevivientes de la Guerra de la Independencia. El duelo fue despedido por el capitán Antonio Núñez Jiménez.

 

Mientras tanto, la guerra cubana-española se balanceaba a favor de los mambises dirigidos por Antonio Maceo y Máximo Gómez que controlaban el campo cubano, a pesar de no contar con suficientes armas, ropas y alimentos; mientras los españoles controlaban las zonas fortificadas y las principales poblaciones.

 

En Estados Unidos sube la temperatura antiespañola, en España y en Cuba aumenta el rechazo a Estados Unidos entre los simpatizantes de la Metrópoli. Españoles y españolistas culpan a Washington del avituallamiento de los insurrectos por permitir las expediciones de los exiliados, acusando a la prensa norteamericana del linchamiento moral al que someten a España. En medio de este clima de hostilidad, los partidarios de España y los fanáticos voluntarios organizan actos vandálicos contra los periódicos simpatizantes de los insurgentes y contra los intereses norteamericanos.

 

En los campos de batalla la lucha es fortísima. Mueren miles de personas, aunque la mayor parte son víctimas de la malaria y otras enfermedades tropicales. El ejército español no está bien apertrechado ni recibe buena atención médica, los cubanos tampoco, pero están aclimatados y poseen mayores defensas naturales.

Los mambises recurren a la tea incendiaria y a la dinamita para destruir los centros productivos de la Isla. Además, funciona mejor el avituallamiento del exterior de los insurrectos, que en la anterior guerra. Ambos bandos practican con frecuencia el exterminio de prisioneros.

 

La guerra alcanza una ferocidad sin límites. Cánovas del Castillo, presidente del gobierno en Madrid, envía a Cuba al general Valeriano Weyler con instrucciones de aplastar a los rebeldes. Había peleado en Santo Domingo junto a su compañero de arma el capitán Máximo Gómez, así como otros oficiales dominicanos como Modesto Díaz y Luis Marcano entre ellos. Además Weyler conocía Cuba por haber participado en la Guerra de los Diez Años, incluso perdió a su joven hermano Fernando en la reconquista de Bayamo. Su experiencia en las guerras carlistas y en Filipinas y su fama de militar combativo e implacable lo hace temible.

 

La muerte en combate de Antonio Maceo, Mayor General del Ejército Libertador el 7 de diciembre de 1896, le favorece. Su muerte resulto un duro golpe para la causa de la libertad de Cuba y la persona más destacada de la lucha independentista cubana.

No obstante, decide dejar a los mambises sin apoyo popular utilizando los campos de reconcentración en los pueblos a los campesinos y sus familias. Su propósito es privar de auxilios a los insurrectos. Esta medida provoca miles de muertes por desnutrición y enfermedades infecciosas producidas por el hacinamiento de la reconcentración.

 

Hasta ahora, el episodio más sonado de los periódicos sensacionalistas norteamericanos había sido el de Evangelina Cossío, supuestamente vejada y ultrajada por guardias españoles y que unos intrépidos reporteros del Journal la rescatarían de la cárcel y trasladarían a Estados Unidos. Este pintoresco episodio fue apagándose y había que incrementar la sensibilidad de la opinión pública norteamericana recogiendo fotos y noticias espeluznantes, que emigrantes cubanos en Estados Unidos aportan de los reconcentrados cubanos.

 

Miles de hombres, mujeres y niños fueron sacados de las zonas rurales y obligados a vivir en las ciudades en campamentos improvisados, provocando una grave hambruna, unida a letales enfermedades infecciosas, que podría haber provocado más de cien mil vida. Era frecuente que la prensa norteamericana visitara a los reconcentrados, y hasta de algunos políticos participaran en esas visitas en las que se mezclaban la solidaridad, la compasión y la propaganda política. El senador Thurmon acompañado de su esposa, fue a La Habana en el yate de Hearst y visitó a los reconcentrados. Fue tal la impresión que recibió la esposa del senador, que al regresar a la embarcación sufrió un ataque al corazón y murió. Como era lógico, los discursos de Thurmon a su regreso conmovieron a la opinión pública.

 

Esas escenas espeluznantes respaldadas por la prensa sensacionalista fueron parte exitosa de la exitosa campaña política que en 1897 planteó el republicano McKinley, acusando a los demócratas en el poder de no haber hecho lo correcto para terminar con los abusos de los españoles.

Además, las declaraciones del cónsul norteamericano, el ex general sureño Fitzhugh Lee se convierte en el eje mediático de la prensa sensacionalista, que se dedicaron a enviar corresponsales a Cuba, y llegaron a inventar historias de procedencias dudosas. Las simpatías de la sociedad norteamericana están a favor del pueblo cubano y en contra de los españoles, a los que acusan de las peores atrocidades.

 

A mediados de 1897, los contendientes están bastante extenuados, no se sabe quién pueda adjudicarse la victoria. No obstante, en las provincias occidentales ha decrecido bastante la actividad de las tropas mambisas. Por otra parte, el gobierno americano realizaba una presión constante sobre España, tratando de mediar en el conflicto y ofreciéndose a comprar Cuba, algo que para el gobierno español era un insulto.

 

El 8 de agosto sucede algo muy importante en España; un anarquista italiano Michele Angiolillo, asesina a Cánovas del Castillo quién estaba dispuesto a defender Cuba, pero su asesinato, cambiaría los acontecimientos. Se especula que los independentistas cubanos en París, dirigido por el médico-político y hoy Padre de la Patria de Puerto Rico Ramón Emeterio Betances habían apoyado y sugerido el plan de acción.

 

En aquellos días de octubre de 1897, había una gran preocupación y desmoralización  entre los gobernantes coloniales en Cuba por los acontecimientos acaecidos en la península. El Partido Liberal en España forma un nuevo gobierno, retomando el cargo de Presidente del Consejo de Ministro de España a Práxades Mateo Sagasta el 4 de octubre de 1897. Sagasta se da cuenta, de que España se está precipitando a una guerra con Estados Unidos y quiere evitarlo, pero no sabe muy bien cómo hacerlo.

El gobierno de Sagasta decide cambiar de estrategia y busca un acercamiento con los rebeldes cubanos, ofreciéndole una amplia autonomía y presionado por los norteamericanos sede en octubre de 1897 a la sustitución del tristemente célebre y brutal general Valeriano Weyler, autor de la Reconcentración de la población rural;  nombrando al general Ramón Blanco y Erenas, Capitán General de Cuba, por segunda vez, y que tenía experiencia en la pacificación de Filipinas, quien llega a Cuba el 31 de octubre de 1897.

 

El nuevo gobierno estaba preocupado por lo que pudiera hacer Weyler, un militar de gran prestigio y ahora respaldado por la reputación de haber sido capaz de contener a la insurrección cubana y de hacerla retroceder. La fuerte campaña contra el de los periódicos liberales, de la prensa norteamericana y de los independentistas no había logrado empequeñecer el prestigio militar del general español triunfante, con que regresaba a la península. El paso de Weyler por Gibara, para aceptar una despedida, fue atribuido por la prensa a un intento de movilizar al ejército en su favor, cuestión que el gobierno pidió explicaciones. Weyler se indignó, y en un telegrama le recordó a su ministro que jamás se había sublevado, ni se sublevaría.

 

El 14 de noviembre, Blanco derogó los bandos que establecían la criminal reconcentración dictada por Weyler y trató de borrar la imagen que había dado ante la prensa sensacionalista por la denigrante campaña propagandística contra los españoles que causó el repudio internacional, sobre todo en EE.UU.

 

Blanco autorizó el regreso de parte de la población reconcentrada a sus lugares de origen y liberando a muchos presos políticos y militares cubanos que estaban encarcelados, entre ellos al padre de Evangelina, que se encontraba en muy mal estado de salud en el hospital de la prisión de Aldecoa. Pronto las fuerzas insurrectas vuelven a disponer de un apoyo seguro, pese a la pérdida de sus principales líderes, Martí y Maceo.

 

El general Ramón Blanco fue enviado a Cuba con la autonomía que los cubanos tanto habían pedido, y que los estadounidenses le habían insinuado a España para acabar con la guerra. Sin embargo, este cambio de rumbo llegaba demasiado tarde. Mientras Estados Unidos, desde junio de 1897 intensifican  su ofensiva diplomática presionando a España para que asumiera una posición definitiva con Cuba que modificara el statu que hasta ese momento había tenido, ya que España rechazaba las ofertas de compra que le ofertaban el vecino del norte, creyendo que la autonomía funcionaría.

Sin embargo ya era demasiado tarde, el gobierno de los Estados Unidos, viendo la posibilidad de que el ejército libertador lograra derrocar al español y con ello perder la posibilidad de controlar la isla, se decide preparar la intervención militar.

 

En diciembre de 1897 aumentó la inestabilidad en Cuba y sobre todo en La Habana, el cónsul Lee manifestaba constantemente en sus comunicaciones su exagerada preocupación, sobre todo la seguridad de los ciudadanos americanos en Cuba. Llegó a pedir al gobierno de Estados Unidos que enviara un barco de Guerra a Cayo Hueso, listo para intervenir en caso de que la violencia se desbordara. A inicio de enero de 1898, pensando que la situación empeorara, solicitó el envío del barco a La Habana, aunque de inmediato, sintió que había sobreestimado el peligro y pidió una contraorden.

 

Hearst como lobo en acecho y en su empeño de manipular a la opinión pública norteamericana, encargó a agentes suyos que robaran en las oficinas de correo de La Habana, una carta dirigida a un amigo de Enrique Dupuy de Lome, embajador de España en Washington. El diplomático hablaba en ella del presidente McKinley, catalogándolo de político de muy bajo nivel, débil y carente de agallas, y aunque muchos ciudadanos estadounidenses pensaban lo mismo.

 

El asunto fue echar más leña al  fuego para los halcones y patriotas exaltados con el Subsecretario de Marina Theodore Roosevelt a la cabeza, exigiendo una declaración de guerra. La carta fue fotocopiada y publicada íntegramente en los días 9 y 10 de febrero de 1898 en diferentes periódicos. The New York Journal calificaba el episodio como “El peor insulto hacia los Estados Unidos en toda su historia”.

 

La inestabilidad política de España desde el final del reinado de Isabel II, hacía de ella una presa fácil para los Estados Unidos, que ávido de poder y ansia colonizadora quería desplazarla sobre el dominio de sus colonias, que en concreto, pugnaba por hacerse de Cuba, por cuya adquisición suspiraron varios presidentes sin éxito hasta la fecha y que España rechazaba las ofertas de compra.

 

El camino a seguir estaba proyectado, el Presidente McKinley y el Secretario Naval John Long enviaron sorpresivamente el acorazado Maine, había llegado a la bahía de La Habana el 25 de enero de 1898 en una visita amistosa,Buque El Maine aunque la verdadera razón era intimidar a los españoles exhibiendo su poderío militar y proteger los intereses de los ciudadanos norteamericanos residentes, después de haber ocurridos algunas revueltas en la capital y la inseguridad que existía en el resto del país, por la lucha de los cubanos por la independencia. El trasfondo, realmente era generar un conflicto con las fuerzas españolas, tras la negativa de la Corona a la insistente propuesta del país americano por comprar las islas de Cuba y Puerto Rico.

 

Antes la posibilidad de un conflicto con España, los norteamericanos ya habían decidido no limitar el conflicto únicamente al área del Caribe, si no extenderlo en la Oceanía española y las Filipinas.

 

Mientras tanto, la escalada de las campañas de desprestigio en la prensa era cada vez mayor, insistiendo en la valentía de los héroes cubanos, esforzados libertadores que luchaban por liberarse del yugo de un gobierno tiránico, corrupto, analfabeto y caótico. Todas estas historias repetidas días tras días, alimentaron en gran medida la animosidad del pueblo estadounidense hacia los españoles, no eran aún suficientes para provocar una guerra directa.

 

Tres semanas después de la llegada del Maine, el martes 15 de febrero a las 21:40 horas, La Habana fue sacudida por dos fuertes explosiones, que hundieron el buque. Acorazado El Maine hundido en la Bahia de La HabanaAl ocurrir las explosiones, los miembros de la tripulación estaba durmiendo o descansando, pero la mayor parte de la oficialidad estaba en tierra, disfrutando de una fiesta celebrada en su honor por las autoridades españolas. De su dotación de 354 hombres, perdieron la vida 264 marinos y 2 oficiales, otros 59 marinos resultaron heridos.

 

Sin esperar por una investigación, la prensa amarilla  desató una violenta campaña de los hechos con las mentiras más monstruosas culpando a España de los hechos. The New York Journal de Hearst y el New York World de Pulitzer, dieron cobertura de prensa al suceso exagerando y distorsionando la información con noticias inexistentes.

 

Durante semanas después del naufragio, el Journal dedicaba unas ochos páginas diarias de noticias, editoriales e imágenes de la explosión que lo cubrían numerosos reporteros y fotógrafos que habían sido enviados a La Habana, insistiendo constantemente que el barco había sido minado o impactado por un torpedo, opinión que compartía el World, así como el corresponsal especial de la revista Jornada de La Habana, George Eugene Bryson.

 

Hearst publicó con descaro inventadas historias; una de ellas, era que un buzo había bajado a inspeccionar el casco hundido y encontró un hueco causado por un “torpedo”, publicando una foto del referido hueco, que resultó ser idéntica a otra publicada en el mismo diario dos años antes, como un eclipse de sol. Reclamaba venganza y repetía sin cesar: “Remember the Maine! In Hell with Spain” (¡Acuérdense del Maine! Al diablo España).

 

Todos los demás diarios siguieron el ejemplo. El New York Journal pasó de editar 30.000 ejemplares diarios a 400.000, posteriormente superó el millón de ejemplares. Se hicieron locuras tan extravagantes como este disparate para apelar a las pasiones y promover con estos engaños un sentimiento antiespañol en el pueblo norteamericano, para intervenir en Cuba y arrebatar la inminente victoria de los cubanos.

 

La prensa sensacionalista culpaban a los militares españoles de su destrucción. Esta mentira sensibilizó al pueblo americano, agitando a la opinión pública hasta el punto de provocar un frenesí entre la población, que en su gran mayoría quería atacar de inmediato a España. A pesar de esta campaña, Lee aconsejó a su gobierno, sin éxito alguno, evitar el camino de la guerra,

 

Frederick Remington, dibujante del Journal en La Habana, escribió en marzo a su jefe desde La Habana: “Aquí no hay ninguna guerra. Pido que se me haga regresar”. Hearst le telegrafió; “Quédese allí. Suminístrenos dibujos, yo le suministraré la guerra”.

 

La extraña explosión del Maine, opacó las actividades que Hearst le venía celebrando a Evangelina. En pocos días ella dejó de ser noticia; pero su historia fue el inicio del camino para acelerar los acontecimientos que precipitaron a una serie de sucesos que surgieron meses después, en un clima tenso belicista empujado por la prensa amarilla norteamericana.

 

La mano de Hearst estaba ahí; la campaña mediática realizada desde sus periódicos, convencieron a la mayoría de los estadounidenses de la culpabilidad de España, quién dedicó todos sus esfuerzos en propagandizar la avalancha de sucesos que sucedieron, tergiversando realidades e inventando falsas historias y llevarlo a un camino sin retroceso para la confrontación, que cristalizarían en la declaración de guerra de Estados Unidos.

 

Dos días después del hundimiento, las autoridades españolas crearon una comisión de investigación; no obstante, habían propuesto una comisión mixta que los norteamericanos rechazaron, y llegaron a la conclusión de que la explosión había sido interna; difiriendo totalmente a la investigación del gobierno de los Estados Unidos, encabezado por el capitán William T. Sampson.

 

Tres días antes de que la comisión de Sampson concluyese su trabajo, Philip R. Alger, un respetado experto en armamento naval, había declarado al Washington Evening Star que la causa más probable de la tragedia había sido el fuego en un depósito de carbón, que pudo provocar la explosión.

 

Fueron muchos los que diferían de la teoría de la explosión exterior; también  John T. Bucknill, experto altamente calificado en minas y sus efectos, refutó las conclusiones de la comisión Sampson, las cuales consideró absurdas. Consideraba como la más probable causa original del desastre, la combustión espontánea de una de las carboneras del buque, hecho frecuente en las naves de la época.

 

Durante todos estos años, muchas comisiones han investigado y no estuvieron de acuerdo con la hipótesis de una mina exterior. A lo largo de la historia se ha sugerido que el hundimiento del Maine fue una autoagresión llevada a cabo por el gobierno de los Estados Unidos.

Tal es así, que pretendieron hundir los restos del buque en el mes de marzo, para borrar las pruebas de un crimen; pero que las autoridades españolas se lo impidieron al sospechar que con esa ilógica pretensión de deshacerse del Maine tratando de ocultar la responsabilidad vilmente cobarde de su actuación.

 

El tiempo ha dejado enterrada la causa de la destrucción del Maine. Hoy, en España se considera que fue un accidente interno lo que provocó la explosión. En Estados Unidos, unos siguen culpando a los españoles mientras que otros admiten la explosión accidental, la muy casual explosión accidental. Pudieron comprobarlo en 1911, bajo la presidencia de W.´H. Taft, cuando el Maine fue reflotado. A nivel oficial, tras reflotar el barco, se reafirmó la teoría de la causa externa. Y de nuevo, lo que quedaba del casco fue hundido en una fosa profunda de 800 metros a cuatro millas de La Habana.

 

Durante más de un siglo, la catástrofe del Maine ha sido objeto de encendidos debates, especulaciones y controversias entre historiadores, diplomáticos, técnicos y políticos. Se necesitaba una excusa para que los Estados Unidos declararan la guerra a España, y el Maine la ofreció.

 

En 1976, el almirante Hyman Rickover, comandante de la flota de submarinos nucleares, tras analizar los restos, elaboró un nuevo informe donde, en términos concluyentes, admitió que la causa del desastre fue el calor producido por el fuego de una carbonera próxima al cañón de reserva. Los pañoles estaban doblados hacia afuera, causa interna.

 

En 1998, cuando se celebró el centenario, se hicieron algunos intentos para que Estados Unidos rectificara su visión de la historia y varios historiadores solicitaron al presidente, Bill Clinton, que ofreciera disculpas por la falta acusación. Solo se consiguió que se retirara con total discreción de Arlington (Washington), donde fueron trasladados los fallecidos del Maine, la inscripción que condenaba a España en duros términos.

 

Y aunque oficialmente no lo admite, el propio gobierno estadounidense confiesa que la causa de la explosión, no es la que se dijo en un primer momento: “Ni siquiera hoy se ha establecido definitivamente la verdadera causa del hundimiento. Estudios más recientes sugieren que el hundimiento probablemente no se debió a un ataque externo contra el barco, sino a una explosión interna”, según palabras de Richard Grimmet en un informe publicado en 2002 por el Departamento de Estado de los Estados Unidos.

 

Lo cierto, es que Sampson después de entregar el informe de la comisión, fue nombrado jefe de la escuadra del Atlántico Norte, el más alto cargo de mando en la marina norteamericana, y unos días después, se le designó contralmirante en funciones, pasando para ello, por encima de más de un docena de oficiales que le precedían en el escalafón.

 

El presidente McKinley, previamente había nombrado a Theodore Roosevelt subsecretario de Marina, que dice estar convencido de que la destrucción del Maine no fue un accidente y acusa a España sin ninguna prueba. Roosevelt tenía preparada desde septiembre de 1897, una estrategia que había presentado al presidente para los pasos a seguir en caso de guerra con España, los escenarios bélicos que se escogerían para las acciones y el carácter de estas. Estaba obsesionado de iniciar una guerra contra España, a cualquier precio. Apoyado por el magnate de la prensa William Randolph Hearst, puso a la Armada en estado de alerta sin autorización del presidente.

 

La sospecha de que el Maine fue volado deliberadamente cada vez es más fuerte, pero no había pruebas reales que justificara la autoría  de la explosión. Hearst dedicó una atención desmesurada al acontecimiento, tanto es así, que ofreció una recompensa de  50.000 dólares para quién localizase a los criminales que habían hundido el barco. El presidente McKinley, en el mensaje al Congreso que acompañaba a las conclusiones, señalaba que la verdadera cuestión era que España “ni siquiera podía garantizar la seguridad de un buque norteamericano que visitaba La Habana en misión de paz”.

 

El gobierno de los Estados Unidos aprovechó la situación como pretexto para declarar la guerra a España e inmiscuirse en la contienda que Cuba libraba contra el régimen colonial. Jugó una doble estrategia: por una parte ignoró las estructuras políticas de los independentistas cubanos, intentando conseguir el apoyo de los principales líderes del Ejército Libertador y aparecer como aliado, sin contraer oficialmente ningún tipo de compromiso, a la ofensiva militar que se proponía lanzar sobre la Isla.

 

Un informe sobre la explosión fue al Congreso pero lo obviaron por falta de pruebas. Otro con las mismas características que el anterior, prosperó en medio de un gran desorden y oposición en el Congreso, pues McKinley pedía autorización para entrar en guerra con España. El gobierno de los Estados Unidos se decide a intervenir, pues viendo la posibilidad de que el ejército independentista cubano lograra derrocar al español, y con ello perder la oportunidad de controlar la isla.

 

Diez días después de la explosión del Maine el 25 de febrero de 1898, el comodoro Dewey al frente de su escuadra en Yokohama, recibe la orden de dirigirse a Hong Kong y prepararse para atacar Filipinas.

 

El 5 de marzo de 1898, Ramón Blanco envía una carta al General Máximo Gómez, buscando alianza entre cubanos y españoles contra el enemigo extranjero, fuerzas interventora enviadas por McKinley; a lo que el General, ese mismo día le responde negativamente y que prefiere alinearse con los norteamericanos, a pesar que McKinley no reconociera al gobierno de la república cubana en armas.

 

El 10 de abril de 1898, Ramón Blanco firmaba un decreto suspendiendo las hostilidades que se desarrollaba en Cuba, fue rechazado por los cubanos quienes continuaron su lucha, y a su vez, precipitaron las ansiadas acciones de Estados Unidos para intervenir en el conflicto cubano.

 

El 11 de abril de 1898, el presidente McKinley se presentó en el Congreso para pedir una declaración  de guerra contra España, los motivos de tal intervención se basaba:

 

  1. Que para poner fin a las barbaridades, el derramamiento de sangre, la inanición y horribles miserias que existe en Cuba.
  2. La protección de vida y propiedad de los ciudadanos cubanos.
  3. El derecho a intervenir está justificado para proteger el comercio y el negocio, el de la destrucción y devastación de la isla.
  4. No podían permitir que las relaciones comerciales, más cuando la vida y la libertad estaban en constante peligro y sus propiedades destruidas y arruinadas; donde los buques mercantes son interceptados por buques de guerras españoles y saboteados y hundidos, siendo una amenaza constante para la paz. La destrucción del Maine es una patente e impresionante prueba del estado de cosas en Cuba que es intolerable.

 

Se presentó un anteproyecto de resolución conjunta en la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado, en el cual se exigía la renuncia de España de su soberanía sobre Cuba y autorizaba al presidente a emplear la fuerza para cumplir los fines planteados. El 19 de abril, el Congreso de Estados Unidos adopta otra resolución conjunta en la que declara que “el pueblo de Cuba es y de derecho debe ser libre e independiente”.

 

Esta resolución fue recibida por los patriotas cubanos como un reconocimiento de la lucha y sus méritos contra el colonialismo español. El presidente William McKinley  cedió y aceptó ante la presión, solicitó al Congreso el día 21 de abril la declaración de la guerra, la cual fue aprobada el 25 de abril de 1898. Claude Julien, autor de “El Imperio Americano”, 1968, creía que Evangelina había influido en la decisión de McKinley al aceptar finalmente la Enmienda Teller, reflejaba que los Estados Unidos no tiene deseo ni intención de ejercer soberanía, jurisdicción o dominio sobre Cuba, excepto para su pacificación, y afirman su determinación, cuando ésta se haya conseguido, de dejar el gobierno y dominio de la Isla a su pueblo.

 

El poeta Edgar Lee Masters del movimiento literario “Renacimiento de Chicago” y muchos otros intelectuales criticaron y combatieron el belicismo imperial de Estados Unidos y muy especialmente la declaración de guerra de Estados Unidos a España.

 

España negó desde el principio que tuviera algo que ver con la explosión del Maine, y acusó a Estados Unidos de construir un montaje para justificar la intervención militar. La autoría del suceso jamás pudo ser demostrada, pero se vio abocada a un conflicto tan previsible como inevitable.

 

El 23 de abril de 1898, el gobierno de Sagasta, enterado por los servicios secretos españoles de que en el Congreso estadounidense autorizaba al presidente a movilizar la flota del almirante Sampson para bloquear Cuba, declara la guerra a Estados Unidos.

 

El mismo 25 de abril de 1898, en que los Estados Unidos declaró la guerra a España, se efectúa el primer combate de la guerra con los estadounidenses, al realizarse una confrontación naval en la bahía de Cárdenas. Las unidades navales españolas allí destacadas se impusieron con éxito a los intentos norteamericanos de aniquilar las fuerzas allí presentes, que se vieron obligados a retirarse.

 

Con anterioridad a los hechos del Maine, Estados Unidos ya había ordenado a su flota del Pacífico que se dirigiera a Hong Kong e hiciera allí ejercicios navales, hasta que recibiera la orden de dirigirse a Filipinas y a la isla de Guam. El 1 de mayo de 1898, la flota norteamericana del comodoro Dewey se enfrenta destrozando a la escuadra española en puerto en desigual combate en la bahía de Cavite.

 

Mientras España perdía la escuadra del Pacífico, en el Caribe los norteamericanos dedicaron sus principales esfuerzos a bloquear con su flota a Cuba y Puerto Rico, y a realizar desembarcos  con el objetivo de apoyar con sus tropas a los rebeldes cubanos.

 

A lo largo de todo el conflicto, los combates navales llevados a cabo por pequeñas unidades españolas contra fuerzas norteamericanas superiores en armamento, número y tonelaje se produjeron con unos resultados favorables en su inmensa mayoría para las armas españolas.

No obstante, los combates de Cavite y Santiago de Cuba fueron determinantes para la derrota de España, a pesar de contar con hombres plenamente capacitados para dirigir una escuadra en operaciones de guerra, lo que obliga a suponer que tanto Cervera como Montojo no pudieron, no supieron o no quisieron utilizar  los recursos a su alcance para haber infligido daños más severos a sus enemigos.

 

Hubo unas cuantas batallas, en las que los españoles pelearon con más valentías que recursos, y en las que los mambises cubanos, y muy especialmente las tropas del prestigioso general mambí Calixto García, auxiliaron eficazmente a los soldados norteamericanos, alianza que no estuvo exenta de fricciones y malos entendidos.

 

Cronología de los sucesos más relevantes de esos días:

 

  • El 1 de mayo de 1898, la flota estadounidense destruye a la escuadra española del Pacífico en Cavite.

 

Vista del crucero Español Reina Cristina tras ser hundido en la batalla de la bahía de Manila

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

  • El 5 de mayo de 1898, frente a la ciudad de Cárdenas, torpederas españolas se enfrentan de nuevo a una flotilla de torpederas estadounidenses que las hace huir, tras varios intentos fallidos, resultando averiado el torpedero Winslow. A lo largo del resto del conflicto, los norteamericanos no volverían a intentar otra acción sobre Cárdenas.

 

  • El 11 de mayo de 1898 se realiza la batalla de Cienfuegos, que fue una refriega de las acciones estadounidenses llevada a cabo en el puerto para estrechar el bloqueo de Cuba. No obstante, los estadounidenses cortan los cables telegráficos submarinos que comunicaban con la Metrópoli,  tras dos intentos fallidos, tras sufrir 2 muertos y 10 heridos.

 

  • El 12 de mayo, el almirante William T. Sampson bombardea San Juan de Puerto Rico.

 

Almirante William T. Sampson

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

  • El 31 de mayo, la flota americana intercambia disparos con el buque español Cristóbal Colón y las fortificaciones de Santiago de Cuba.

 

Buque español Cristóbal Colón

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

  • El 3 de junio, hunden en la entrada del puerto de Santiago al USS Merrimack, con el objetivo de bloquearlo.

 

USS Merrimack

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

  • El 10 de junio, marines estadounidenses desembarcan en la bahía de Guantánamo.

 

Flota estadounidense en la Bahía de Guantánamo, 1927.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

  • El 21 de junio, fuerzas americanas toman la isla de Guam.

 

  • El 22 de junio, los buques norteamericanos comenzaban las operaciones de bombardeos del morro santiaguero, donde se simuló un desembarco para confundir a los defensores españoles del Siboney, Daiquirí y Aguadores. El desembarco elegido  se produce al este de Santiago de Cuba, en un lugar conocido por Daiquirí, lugar recomendado por Calixto García, donde las fuerzas españolas eran reducidas y que fue obligada a retirarse ante la presencia de 6.000 hombres  que lograron desembarcar y la de los mambises en la zona para evitar ser copado.

 

  • El día 23 de junio, la primera medida que tomó el US. Army fue la de avanzar sobre Siboney y ocuparlo con dos regimientos de la división Lawton.

 

  • El 24 de junio de 1898, los mil hombres comandados por el Brigadier General Antero Rubí Homent, se enfrentaron en la Batalla de Las Guásimas (cerca de Santiago) al 10mo. Regimiento de Caballería (los afroamericanos conocidos como Buffalo Soldiers) del general Joseph Wheeler y el 1º. de voluntarios de Caballería los Rough Riders, (sin caballo), compuesta en su mayoría por jóvenes de familias acomodadas y de aventureros, creado por Theodore Roosevelt, que se alistó y  permitió ganarse una reputación completamente exagerada de héroe en la batalla.

Las fuerzas norteamericanas atacaron tratando de superar las defensas españolas, siendo rechazadas en varias ocasiones, ocasionando numerosas bajas a las fuerzas americanas que se ven obligadas a solicitar la intervención de la división Lawton. El combate se prolongó durante todo el día, hasta que las tropas españolas recibieron la orden de replegarse sobre el Pozo, para terminar reforzando las defensas del río San Juan.

 

Tras el combate –calificado por los norteamericanos como una gran victoria- se alzó por primera vez una voz de protesta entre los numerosos corresponsales de guerra. El escritor y periodista del World Stephen Crane escribía un titular que provocaba las protestas airadas de Roosevelt, pues ponía en tela de juicio su capacidad de liderazgo.

Fue el primer choque de armas entre españoles y estadounidenses, que surgió tras una escaramuza contra fuerzas de desembarco en Siboney.

 

  • El 27 de Junio se producía el bloqueo de Manzanillo, el día 30 la formación norteamericana entabla combate obligando a los norteamericanos a retirarse. Al día siguiente volverían los americanos reforzados con nuevas naves  a la carga. El combate fue el mismo resultado de la jornada anterior, obligando a los buques norteamericanos abandonar el combate una vez más.

 

  • El 30 de junio, España se impone en dos escaramuzas navales a los norteamericanos, en  la bahía de Tayacoba, cerca de Cienfuegos, frustrando los intentos de desembarco.

 

  • El 1 de julio, se efectúa la Batalla de El Caney, donde un batallón español compuesto por 527 hombres, comandado por el general Joaquín Vara de Rey, quien cayó muerto junto a dos de sus hijos, hizo frente a la 2da. División  Norteamericana compuesta por 6.653 hombres comandados por el brigadier general Henry W. Lawton en su avance ofensivo a Santiago de Cuba.

Al mismo tiempo, la 1ra. División de Infantería mandada por el general Jacob Ford Kent y la 1ra. División de Caballería de Wheeler, en conjunto 8.412 soldados se enfrentaban a los 521 soldados españoles en las Lomas de San Juan. Fue la batalla más sangrienta y famosa de la guerra y su objetivo era poner bajo asedio a Santiago de Cuba.

 

El gobernador Blanco, creyendo que era mejor para España, perder honorablemente a Cuba en batalla que por rendición, ordenó al Almirante Cervera que saliera la flota del puerto de Santiago de Cuba el 3 de julio a presentar combate contra la escuadra americana, donde sufrió una desastrosa derrota y pérdida de vidas. Si la escuadra de Cervera hubiera podido refugiarse en La Habana, es indudable que las operaciones navales y terrestres se hubieran desarrollado con otros resultados ya que en la región oriental las tropas españolas no eran excesivamente numerosas.

Para España fue imposible continuar la guerra. Sin flota, los soldados de tierra quedaban privados de apoyo, suministros, movilizaciones, etc… Pese a todo, y mientras los políticos se preparaban para poner fin a la contienda, las batallas continuaron durante algún tiempo.

El mando norteamericano al frente del 5º Cuerpo de Shafter formado por 18.236 soldados, a los que habría que sumar los 5.000 mambises de Calixto García deciden atacar Santiago, defendida por el 4º Cuerpo de Ejército Español compuesto  por unos 8.000 hombres, al mando del Teniente General D, Arsenio Linares. Tras varios días de asedio con incesante fuego artillero de tierra y de la flota americana, Santiago de Cuba acabó rindiéndose el 16 de julio de 1898, firmándose el convenio de la capitulación entre norteamericanos y españoles sin la participación cubana.

 

  • El día 3 de julio, los norteamericanos nuevamente reforzados, entraron en la bahía de Manzanillo y en esta ocasión, ante la aplastante superioridad de los buques atacantes, tras soportar un intenso fuego enemigo, las fuerzas españolas decidieron desembarcas las armas y hundir sus buques, deciden atrincherarse en el puerto reforzando la guarnición.

 

  • El 17 de julio es izada la bandera norteamericana, no la cubana, en el castillo del Morro y en la Casa de Gobierno y entran triunfalmente los norteamericanos en la ciudad de Santiago de Cuba, sin que se les permita a los cubanos hacer lo mismo en la ciudad. Esto provoca una carta protesta de Calixto García al general Shafter, que lo justificó bajo el pretexto de posibles represalias.

 

  • El 21 de julio, unos buques de guerra estadounidense derrota a unas cañoneras españolas en la Bahía de Nipe tras un breve combate. Los españoles hunden sus naves y deciden finalizar la lucha.

 

  • El 23 de julio los soldados españoles rechazaron un desembarco enemigo por Bahía Honda, cerca de La Habana, en lo que se conoce por Batalla de Maní-Maní. Fue también uno de los últimos combates de la guerra. Dos días después los norteamericanos desembarcaban en Puerto Rico, iniciando la campaña terrestre que les dará el control de la isla.

Blanco dejó el cargo de gobernador de Cuba el 26 de noviembre de 1898, entregando el mando a Adolfo Jiménez Castellanos Tapia el 30 de ese mes, que a su vez lo entregaría a John R, Brooke, primer interventor yanqui. Su régimen autonómico, no tuvo la menor trascendencia para Cuba, duró menos de doce meses, cesó con la toma de posesión del gobierno de ocupación norteamericano.

 

Finalmente Madrid se rindió. Unos meses más tarde, en París, sin presencia de representantes cubanos, se firmó el 10 de diciembre de 1898 el Tratado de París, acuerdo que puso fin al conflicto entre España y Estados Unidos, y que significó la renuncia de España a la soberanía sobre Cuba y cedía las posesiones de Filipinas, Puerto Rico y la isla de Guam.

 

A cambio, recibió una compensación de 20 millones de dólares de la época; además, por temor a otro conflicto, España acabó vendiendo a Alemania el resto de sus pequeñas posiciones en el Pacífico: las Islas Marianas, Palaos y las Islas Carolinas por 17 millones de marcos alemanes.

 

En Cuba, el 1 de enero de 1899 se estableció un gobierno militar interventor. La teórica independencia  se convirtió en un “protectorado” de facto por parte de Estados Unidos, que mediante la Enmienda Platt se arrogó el derecho de intervenir en la isla cuando considerara necesario. Lo hicieron en 1906, para defender sus intereses y colocar en el poder al primer presidente cubano: Tomás Estrada Palma.

 

Puerto Rico se convirtió en un estado asociado de los Estados Unidos, situación que continúa en la actualidad.

 

Filipinas rechazó cambiar de amo, iniciándose una nueva guerra de independencia que costó más de un millón de muertes, y es el 4 de julio de 1946 cuando consiguió la independencia de los Estados Unidos, tras sufrir enormes daños durante la Segunda Guerra Mundial.

 

Por desgracia, los territorios que buscaban independizarse de España y que fueron “liberados” por Estados Unidos, no llegaron a alcanzar la libertad, sino que, en la práctica, tan solo cambiaron de amo.

BIOGRAFÍA DE LOS PERSONAJES IMPORTANTES DEL MOMENTO HISTÓRICO

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